martes, 25 de diciembre de 2007

Bohaira a la diestra de Dios

Bohaira a la diestra de Dios
Francisco Javier Chaín Revuelta

En el desierto, todas las religiones son verdaderas. Sobre la corteza de la tierra, la mayoría de los hombres oran al Dios que los profetas han encontrado en el paralelogramo de ardiente arena que es la península arábiga. Allí el hombre ha hallado al Dios de los cristianos, de los judíos y de los musulmanes.
En las cercanías de Bosra detiénese una caravana que trae, sin saberlo, un profeta. Cerca está la cueva de un monje cristiano al que llaman Bohaira, nombre que en idioma siriaco significa “el elegido”. Dice el cronista: “La caravana acaba de acampar en Bosra, en Siria. Había allí un monje llamado Bohaira, que vivía en una celda y que era versado en la ciencia de la cristiandad. En sueños había advertido esta caravana y su profeta.”
Existían en aquel tiempo en Arabia infinitas sectas cristianas y judaicas. La mayor parte de ellas surgieron de la ardiente arena y se elevaron al cielo, semejantes a los bejucos perfumados y multicolores; después, desaparecerán en el desierto, sin dejar rastro, como desaparecen también los bejucos. Perdidas, como las miles de religiones que las han precedido. Si las circunstancias son favorables, algunas de una docena de tales sectas podrían convertirse en religiones universales.
Por ejemplo, están los sabelianos, secta creada por un sacerdote de Libia, que sostiene que la Trinidad es una sola persona, aunque con tres nombres. Están los arrianos, cuyo creador es Arrio de Alejandría, que sostiene que el Padre y el Hijo no son de la misma sustancia. Están los nestorianos, discípulos del obispo Nestorio de Constantinopla, que afirman que en Jesucristo hay dos personas, una divina y otra humana; que las santísima Virgen María es madre de Jesús-Hombre, pero no de Jesús- Dios. Están, además, los monofisitas, que creen que en Jesús la naturaleza humana y la divina están hasta tal punto compenetradas entre sí que constituyen una sola e idéntica naturaleza. También existen los jacobitas, los marianitas, que reemplazan en la Trinidad al Espíritu Santo por la Virgen María. Los ebionitas, los marcionitas, los docetas, los carpocractianos, los basilideos, los valentinianos. Los tres últimos afirman que Jesucristo ha recibido la naturaleza divina al mismo tiempo que el bautismo, administrado en el Jordán por el Bautista. Existen innumerables sectas. A veces, una de esas religiones, no cuenta más que con un sólo adepto, un sólo hombre que se ha inventado una creencia para uso personal y conforme a sus exigencias. Así es el caso del hanif Zeid-ibn-Amr, del que se dice que “El día del juicio, Zeid presentará una comunidad compuesta por él solo”
Algunos fundadores de sectas o de religiones dan la propia vida por su fe y mueren mártires, de manera sublime; incluso aquellos cuya religión no ha dejado huella en la historia. Uno de esos mártires es Manés, al que la historia conoce sobre todo por los virulentos ataques de San Agustín. Manés murió el año 276, crucificado a las puertas de la ciudad de Gundeshapur, por el rey persa Barham I. El monje cristiano de Bosra, el eremita solitario llamado Bohaira, acoge a los árabes de la caravana y a su profeta. Bohaira no es un cristiano conformista, a juzgar por la discusión que estalla entre él y los paganos. Si su religión hubiera sido del tipo corriente y oficial, no se encontraría este hombre en una gruta del ardiente desierto de Arabia, sino convertido en un obispo metropolitano en la ciudad. Bohaira acepta esa soledad e independencia –aun a riesgo de caer en el error-, con la esperanza de subir directamente a la diestra de Dios. Obispos y fieles que se contentan con disciplina y conformismo, no viven en las cuevas, no están a la diestra de Dios y nunca llegan a santos ni a condenados. fjchain@hotmail.com

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