sábado, 17 de noviembre de 2007

Cristos Negros

Cristos Negros
Francisco Javier Chaín Revuelta

Hace unos días un tal Pipo convirtió el Congreso del Estado de Veracruz en templo religioso y comedia televisiva: “…siendo de la Cuenca del Papaloapan, muy cerca del Santuario no lo vayan a confundir y por lo tanto a crucificar, creyendo que se trata del Cristo Negro.” Después de la rechifla que le propino el respetable, agregó el comediante: “…le aseguro al público en general que el Gobernador no está ofendido, él tiene sentido del humor.” Estas frases provocaron “sesudas” retóricas a modo de repuesta: “…no hay ofensa que valga, sobre todo para los que somos mansos de espíritu porque de nosotros si será el reino adecuado.” “…un estado de profundas raíces indígenas, europeas, africanas, ser morenito no es excepción, es mayoría, a lo mejor eso explica las mayorías más claramente” y una más apoyada en el Eclesiastés “El que pega menos, gana más”. Lo anterior se comenta como lo más destacado del tercer informe del gobierno estatal (Nov/15/2007) y por supuesto se amplifica que aquí todo va muy bien y más que mejor. “Excelente” declaró doña Monluí llena de emoción al recordar con Portilla que el tiradero y el rastro municipal laten al ritmo de taquicardia. Cómo en Veracruz, a decir de Carolina Gudiño, no hay problemas y todo está maravilloso, pues a esta nota no le queda más remedio que tocar el religioso tema de los negros cristos.
El más antiguo no es el del Santuario, ni el único. Hay muchos. El investigador Carlos Navarrete ha estudiado el fenómeno de los cristos negros encontrando que se ubican en las rutas (el Papaloapan una de ellas) establecidas por los pochtecas o comerciantes prehispánicos. En Otatitlán (lugar de otates) un singular cristo negro suplantó a Yacatecutli o dios del comercio, también de color negro. Otatitlán debe su origen (cómo Córdoba) al marqués de Guadalcazar, Diego Fernández de Córdoba, quien la puso bajo la advocación de San Andrés. Otatitlán fue mercado y lugar de trueque de los comerciantes indígenas. De las leyendas, una atribuye mismo origen con los famosos cristos negros de Esquipulas en Guatemala y el de Chalma en México. Otra versión dice que llegó en una balsa que se atoró en este sitio entre tamarindos. Durante la persecución religiosa, al gobernador de Veracruz, Adalberto Tejada, nadie le imagino crucifixión porque no fue tan manso de espíritu como para llevar flores a los santos y no quedar en el reino agrario. Adalberto, nada fiel y rojo de verdad y no de mentiras, mandó decapitar al Cristo y quemarlo, pero por ser de madera de nacastle, no se quemó. La gente del pueblo le talló otra cabeza y cuando el gobierno devolvió el original, se colocó en una vitrina. La imagen recibe culto sincrético. No es raro ver que se celebra la misa y terminada ésta llega el brujo y practica limpias y hechicerías para curar el mal de ojo, malos aires y otros males prianistas que nos acosan.
El Congreso volvió a la realidad con Margarita Guillaumín precisando que hambre, desnutrición, pobreza, analfabetismo, desempleo, enfermedades, explotación sexual, degradación ambiental, discriminación, violencia e impunidad, son flagelos que disimula este “informe”que prianistas convierten en comedia de Cándido Pérez con retórica de púlpito. Denunció “el estado de impunidad del que gozan los responsables en la muerte y violación de doña Ernestina Ascencio Rosario pone a Veracruz y a todo México una muestra de un manejo desaseado, imparcial, en la administración de justicia y en la defensa de los derechos humanos y un inmenso etcétera de realidades que no se mencionan en el informe”. Atina el Eclesiastés, Ernestina no pegó y ganó sepulcro, no fue excepción, sino morenita mayoría. El corazón de Ernestina ya no late pero las bromas, el humor, retórica e impunidad seguirán latiendo en la nómina. fjchain@hotmail.com

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