Si hay violencia no hay poder
Fco. Javier Chaín Revuelta
Hay relación entre violencia y poder a través de la lucha de clases. Hay relación al conceptualizar al poder como el monopolio de la violencia legítima, es decir, la capacidad de imponer la propia voluntad al comportamiento de otros, el poder considerado como articulador de la violencia. Sin embargo existe la tesis de la filosofía clásica que estipula que donde hay violencia no hay poder.
De ahí surge que ninguna dirección política puede sustituir impunemente al poder por la fuerza y el poder sólo puede surgir de un espacio público no deformado. Un espacio público político sólo puede generar poder legítimo en la medida en que sea expresión de las estructuras de una comunicación no distorsionada. En este marco el poder no está relacionado con la obediencia y el mando sino que por el contrario es la capacidad de actuar concertadamente. El poder es un fin y la violencia un instrumento. El poder no constituye una relación medio-fin, sino que es una acción comunicativa orientada al consenso. En este sentido es que la estructura del poder en sí mismo puede y sobreviene a todas las cosas por lo cual el poder lejos de ser un medio es la verdadera condición que permite a un grupo de personas pensar y actuar en términos de categorías medio-fin.
Por otra parte, el poder para su ejercicio y fundamentalmente para su permanencia necesita legitimidad, la violencia por el contrario puede ser justificable pero nunca legítima. La violencia puede destruir al poder pero de la violencia nunca podrá brotar el poder. Del mismo modo, la violencia puede reemplazar al poder y significar la victoria inmediata a la vez que significar la derrota de los vencedores en el mediano plazo en términos de su permanencia. La violencia es la capacidad de impedir que otros individuos o grupos perciban sus intereses. En este sentido la violencia se encuentra en la adquisición del poder político
Que alguien quiera eliminar calculadamente a otros porque le estorban o porque parecen inconvenientes desde una determinada ideología, estado o tipo de leyes, como hace el verdugo, parece execrable. Si se considera al ser humano como centro del universo y fuente primigenia de libertad, casi como algo sagrado, el homicidio tiene que ser necesariamente algo escandaloso. Ahora bien, como es conocido, el ser humano, fuente de libertad, es también fuente de opresión, para sí mismo y para otros.
Ejecución en frío y asesinatos calculados repelen mente y corazón. Antiguas sociedades se justificaba argumentando razones de estado o religión. Asesinatos pasionales, aunque también repulsivos, parecen reclamar más indulgencia, pues ¿quién es el que en alguna ocasión no ha sido llevado por la furia empleando la violencia, aunque sólo sea en la niñez? La violencia es fuerza muchas veces incontrolable, incluso para los que fríamente la calculan para sus propósitos. El principio es natural, el animal atacado y vivamente molestado, si tiene defensas, no duda en repeler el ataque como puede, aun a costa de la muerte del agresor. Artificial es la violencia institucional aplicada hoy a los derechos del hombre y al mercado, en las imposiciones de multinacionales, de grandes grupos de opinión que se camuflan como empresas de información, de la cibercultura, donde el planeta depende de pocas empresas, así como de los partidos políticos que forman elite al margen de la ciudadanía y tergiversan la voluntad popular por medio de la demagogia. El imperio cree legítima su fuerza, como si fuera el templo de las libertades.
De ahí surge que ninguna dirección política puede sustituir impunemente al poder por la fuerza y el poder sólo puede surgir de un espacio público no deformado. Un espacio público político sólo puede generar poder legítimo en la medida en que sea expresión de las estructuras de una comunicación no distorsionada. En este marco el poder no está relacionado con la obediencia y el mando sino que por el contrario es la capacidad de actuar concertadamente. El poder es un fin y la violencia un instrumento. El poder no constituye una relación medio-fin, sino que es una acción comunicativa orientada al consenso. En este sentido es que la estructura del poder en sí mismo puede y sobreviene a todas las cosas por lo cual el poder lejos de ser un medio es la verdadera condición que permite a un grupo de personas pensar y actuar en términos de categorías medio-fin.
Por otra parte, el poder para su ejercicio y fundamentalmente para su permanencia necesita legitimidad, la violencia por el contrario puede ser justificable pero nunca legítima. La violencia puede destruir al poder pero de la violencia nunca podrá brotar el poder. Del mismo modo, la violencia puede reemplazar al poder y significar la victoria inmediata a la vez que significar la derrota de los vencedores en el mediano plazo en términos de su permanencia. La violencia es la capacidad de impedir que otros individuos o grupos perciban sus intereses. En este sentido la violencia se encuentra en la adquisición del poder político
Que alguien quiera eliminar calculadamente a otros porque le estorban o porque parecen inconvenientes desde una determinada ideología, estado o tipo de leyes, como hace el verdugo, parece execrable. Si se considera al ser humano como centro del universo y fuente primigenia de libertad, casi como algo sagrado, el homicidio tiene que ser necesariamente algo escandaloso. Ahora bien, como es conocido, el ser humano, fuente de libertad, es también fuente de opresión, para sí mismo y para otros.
Ejecución en frío y asesinatos calculados repelen mente y corazón. Antiguas sociedades se justificaba argumentando razones de estado o religión. Asesinatos pasionales, aunque también repulsivos, parecen reclamar más indulgencia, pues ¿quién es el que en alguna ocasión no ha sido llevado por la furia empleando la violencia, aunque sólo sea en la niñez? La violencia es fuerza muchas veces incontrolable, incluso para los que fríamente la calculan para sus propósitos. El principio es natural, el animal atacado y vivamente molestado, si tiene defensas, no duda en repeler el ataque como puede, aun a costa de la muerte del agresor. Artificial es la violencia institucional aplicada hoy a los derechos del hombre y al mercado, en las imposiciones de multinacionales, de grandes grupos de opinión que se camuflan como empresas de información, de la cibercultura, donde el planeta depende de pocas empresas, así como de los partidos políticos que forman elite al margen de la ciudadanía y tergiversan la voluntad popular por medio de la demagogia. El imperio cree legítima su fuerza, como si fuera el templo de las libertades.
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