martes, 23 de enero de 2007

Fragmentos del paraíso

Fragmentos del paraíso
Francisco Javier Chaín Revuelta

El mismo trabajo cuesta enterarse de la guerra que de la paz. Quien no ha vivido la guerra no sabe nada de ella. El gobierno estadounidense pretende enviar otros veinte mil más de sus muchachos y muchachas a morir en Oriente. Las tierras de la Media Luna dieron a luz a toda civilización. Por Oriente medio ya pasaron a través de los milenios todos los grandes guerreros del mundo y todos los grandes imperios, y ninguno de ellos ha podido esclavizar permanentemente o convertir en sumisos a sus hombres y mujeres. Sus hombres y mujeres están hechos de desierto con todas las sangres mezcladas de todos los guerreros del mundo. Ellos han creado todos los grandes valores eternos. Afganistán, Persia (Irán) o Mesopotamia (Irak) conocen de mucho la angustia del hombre ante la gran incertidumbre de la vida y han buscado el olvido a través de toda belleza. El imperio de los bárbaros del norte, los gringos que apenas empiezan a conocer la guerra corren hacia su abismo, vuelan a su propia destrucción. La anunciada Madre de todas las Batallas aun está por iniciarse; no mandarán los bárbaros del norte veinte mil muchachos a la Persia mandarán miles y miles más a la muerte.

A la nota ésta le cuesta el mismo trabajo hablar de la maldad estadounidense que de la belleza Persa. Un pedazo de la belleza persa está ahora en el Museo de Antropología de la ciudad de México, “Fragmentos del paraíso” llaman a la exposición que inicia con una mole de granito negro, labrado en las cabezas de toro que rematan las enormes y grandiosas columnas de Persepólis. Pero ellos mismos escribieron que las casas y los palacios se hundirán con los soles y los aguaceros, pero ni la lluvia ni los calores harán mella en el palacio de los versos ni en la casa de la dicha. Para rozar la belleza bastaría mencionar como ejemplo las kasidas y gacelas de la literatura oriental, que revivió, en su momento, Federico García Lorca. El antiguo poeta Hafiz, el “dotado de gran memoria”, el más grande de todos los grandes poetas del mundo, verdaderamente se llamó Kwaja Shams-ud-din, Mohamed, sol de la religión, fue el hombre más libre del mundo por su manera de pensar y el más libre por su manera de vivir. Las gacelas de Hafiz son incomparables; impregnadas de sensualidad siguen la pauta que deja adivinar tras el hombre que siente, el hombre que piensa. La poesía de Hafiz es más que moderna, es precursora de todos los demás grandes poetas del mundo es poesía de los valores indestructibles.

¡Oh viento! ¡Tráeme el olor de la calle donde habita! Estoy enfermo, languidezco; ese perfume aliviará mi alma. Derrama sobre mi seco corazón el bálsamo del deseo; traedme un poco del polvo del umbral de su puerta. Estoy luchando con mi propio corazón… Haz que termine el combate dándome el arco de sus cejas y las flechas de su mirada. He envejecido en la pobreza, en la soledad y en el dolor. ¡Que su mano de muchacha me llene una copa de vino! Que sirva también a los que quieran renunciar a la alegría de la vida unas copas de vino… ¡Si ellos las rechazan, yo las tomaré!

El pensamiento de Oriente, nervio y médula del mundo, ha sobrevivido delicadamente realista a los azares de muchos siglos, brillará todavía más que las cúpulas esmaltadas de Ispahán. En esta atormentada tierra de estos días, azotada por los bárbaros, rompeolas del siglo, hay todavía algún jardín de rosas, algún remanso de paz al amparo de las viejas mezquitas, algunos hombres con mentalidad de sabios y almas de poetas que aun mediten sobre las viejas kasidas y gacelas, sobre los valores eternos cantados muchos siglos antes por Hafiz, por Shams-un-din. fjchain@hotmail.com

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